viernes, 27 de abril de 2012

Nikola Tesla, el genio que inventó el siglo XX

Hoy pocos recuerdan a Nikola Tesla, pero gracias a él se enciende la bombilla cuando pulsamos un interruptor. Fue el inventor de la corriente alterna, de la radio (el Tribunal Supremo de EE.UU. se lo reconoció en detrimento de Marconi que pirateó 17 de sus patentes) y además el padre de tecnologías visionarias en su época como la robótica, la informática o las armas teledirigidas.


Tesla trabajó para Edison, con el que acabó enfrentado en la "guerra de las corrientes" (alterna contra continua), y disfrutó del mecenazgo de prohombres como Westinghouse o J. P. Morgan, que crearon sus imperios gracias en parte a los descubrimientos de Tesla.

Nikola Tesla en su laboratorio en Colorado Springs hacia 1900.
Nikola Tesla es el paradigma del inventor genial, pero negado para la vida práctica, lleno de manías, compulsiones y fobias; su vida es la historia de un fogonazo de luz que sigue brillando, con el homenaje de quienes le reconocen como "el padre de la tecnología moderna" y un ejemplo más de las grandes injusticias de la historia con un hombre al que tantas veces copiaron y robaron sus ideas.

De entre la abundante bibliografía, tanto de ficción como de no ficción, yo destacaría estas dos obras:


          Sinopsis:
Un relato completo de la vida y obra de Tesla en el entorno de la revolución industrial. Rica descripción del entorno y las amistades de Tesla: la alta sociedad norteamericana y la élite científica e industrial, con personajes como J.P. Morgan, Edison, Wstinghouse, Mark Twain, etc. Buena descripción de su vida personal, sus manías, fobias y excentricidades.

"Relámpagos", de Jean Echenoz, que aunque basada en la vida de Tesla, es una ficción sin pretensiones biográficas.

        Sinopsis:
Gregor ha inventado y descubierto todo lo que va a ser útil durante los próximos siglos: la transferencia inalámbrica de energía eléctrica mediante ondas electromagnéticas, la corriente alterna, la bombilla sin filamento y la radio, entre otras cosas. Pero, ¡ay!, tiene dificultades con sus asuntos personales, quizá porque la ciencia le interesa mucho más que el beneficio. Aprovechándose de este rasgo de su carácter, otros científicos acabarán robándoselo todo. Y a Gregor, como única distracción, y ocupación, sólo le quedará la compañía de los relámpagos y el teatro de los pájaros.
















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